sábado, 29 de octubre de 2011

Ciro Castillo ya descansa en paz



Restos de estudiante fueron enterrados ayer pero ahora la familia espera que terminen las investigaciones después de seis meses de angustia.

Familia despidió al Ángel del Colca. Sin embargo aseguran que aún falta
descubrir la verdad
El cuerpo del estudiante Ciro Castillo-Rojo García-Caballero (24) por fin descansa en paz. Tras haber sido buscado por 203 días en el valle del Colca, su familia, acompañada por una multitud de personas que lo siguió hasta su última morada, agradeció a todos por el apoyo mostrado, pidió paz en los corazones de las personas pero aseguraron tener confianza que el mejor juez de todo lo ocurrido será la propia conciencia y los remordimientos, sin aclarar a quién se refería.

Los restos del estudiante universitario llegaron hasta el camposanto de Huachipa a las 3 y 30 de la tarde donde tras una misa, el cuerpo fue enterrado una hora más tarde en medio de una multitud de personas que fueron para rendirle un homenaje.

Doctor Castillo-Rojo dejó lazo fúnebre en honor a su hijo.
Durante el acto litúrgico y cuando los restos eran enterrados, doña Rosario García, mamá de Ciro, no pudo evitar derramar unas lágrimas siendo consolada por su esposo e hijos.

El ataúd fue enterrado con una manta bordada con el mensaje “Ciro, el Ángel del Colca” y decenas de rosas que fueron dejadas por sus familiares y amigos de la universidad que llegaron hasta el camposanto.

El peor verdugo serán los remordimientos
El doctor Ciro Castillo dijo las últimas palabras antes que los restos de su hijo fueran enterrados. La emoción era notoria pero aún así se dio tiempo para agradecer y dejar en claro que no solo espera la justicia terrenal sino dentro de cada persona.




“Hemos encontrado a Ciro pero aún no encontramos la verdad. Es importante que en nuestros corazones no haya odio ni rencor, pero el mejor juez será el de la propia conciencia y quizá el peor verdugo sea el de los propios remordimientos”, señaló el doctor en medio de los aplausos de la gran cantidad de curiosos en el lugar.

En otro momento indicó que cuando estaban cansados y sin esperanzas, fue el rescatista Eloy Cacya quien le dio la noticia de la ubicación del cuerpo de Ciro y a partir de allí sintió un alivio en medio de tanta tristeza. “Cuando pensamos -como se dice comúnmente- en tirar la toalla, un lunes me llamó Eloy Cacya con la noticia y al otro día estábamos allí. Luego nos confirmaron que era Ciro. Es difícil entender cuando ocurre algo como esto pero debo agradecer a Eloy y los Topos y muchos más que nos ayudaron”, dijo don Ciro Castillo.

Casi al final de su discurso, Ciro Castillo -padre- recordó cuando llevaba al colegio de Chaclacayo a su hijo junto a su madre con la esperanza de verlo crecer y triunfar, pero el destino dispuso que esto no ocurriera.

Tras sus palabras, el ataúd de Ciro Castillo empezó el descenso a su tumba en paralelo al vuelo de palomas blancas y gritos de vivas para Ciro.


Sus amigos de la universidad también le rindieron homenaje.

Árbol en nombre de Ciro
Antes, a las 12 y 46 de la tarde el féretro llegó hasta la sede de la Universidad Agraria La Molina donde un grupo de estudiantes de Ingeniería Forestal vestidos con polo rojo cargó los restos llevándolo hasta la Facultad de Ingeniería Forestal, el Centro Federado de Ciencias Forestales y por último en el campus universitario donde se celebró una misa de honras fúnebres.

Uno de los actos más emotivos fue el árbol de la especie Ceibos que fue sembrado por sus padres y hermanos frente a su facultad y al que le colocaron un lazo negro en señal de duelo. Según algunos compañeros, esta especie era muy nombrada por el joven en las clases a manera de broma y por el interés que despertaba en él.

En el acto estuvieron presentes el congresista Renzo Reggiardo, el rescatistas Eloy Cacya y otros comuneros que participaron del rescate quienes fueron reconocidos por los asistentes debido a su arriesgada labor.

Cabe precisar que un buen número se curiosos se apostó en los exteriores de la Universidad Agraria, dificultando el ingreso del cortejo fúnebre. Cuando arribó el coche que trasladaba los restos, estas personas levantaron arengas y aplaudieron espontáneamente.


Alejandro Arteaga

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